El vino de los sueños
El vino de los sueños no es la única novela firmada por Brian Craig para Warhammer Fantasy, pues el autor cuenta también con una trilogía aparte, así como con una novela para Warhammer 40.000. Sí es, sin embargo, la única que ha sido traducida al español. Se trata de un título independiente (uno de los doce títulos independientes con que cuenta la edición española de la serie de novelas de Warhammer Fantasy), y probablemente sea también el que guarda menos relación entre su contenido y la portada del mismo. Pero, para desdicha de El vino de los sueños, ese no es ni mucho menos el mayor de los problemas que ofrece la novela, que desde su publicación pasó desapercibida para buena parte de los lectores de la serie, y con motivo. La cuestión es que El vino de los sueños es una novela que va de más a menos, que arranca muy bien y con una trama original e interesante, pero que, por motivos que ahora veremos, se desinfla capítulo a capítulo hasta que llega a una recta final aburrida y sin interés en la que no será extraño que leamos, por así decirlo, en diagonal, con la esperanza de llegar a la última página con premura.

La primera parte de la novela se desarrolla con una estructura clásica en la literatura de fantasía: un joven muchacho de un pueblito perdido descubre un secreto que le llevará a iniciar un peligroso viaje, durante el que se enfrentará a criaturas de pesadilla y a brujos de extraños poderes, pero seguirá adelante impulsado por el amor que siente por una joven a la que conoce durante la aventura, y que está en grave peligro. Con esta sinopsis seguro que se nos vienen a la cabeza un buen número de obras de fantasía, como la mismísima Stardust de Neil Gaiman. El problema para El vino de los sueños es, para empezar, que sus personajes, con el joven protagonista a la cabeza, no reúnen entre todos el carisma de una patata. ¡Pero ay, lo cierto es que no se trata del único problema! La narrativa de Brian Craig, más que correcta por lo general, se estanca de forma irremediable en las escenas de acción, donde el autor no es capaz de desenvolverse con éxito, lo que le lleva a crear escenas toscas, sosas y muy flojas, nada que ver con las espectaculares escenas de acción a las que nos tienen acostumbrados otros autores de Warhammer Fantasy, como William King o C. L. Werner.
A medida que los capítulos se suceden, la a priori interesante y clásica premisa de la que echa mano el autor va perdiendo fuerza, al mismo tiempo que advertimos que no hay un antagonista claro en la historia, ya que parece que el enemigo a batir sean ellos, así, en general. Ellos, los monstruos que sirven al Caos y que aparecen de tanto en tanto en la trama en forma de brutos anónimos. Ellos, los brujos y adoradores del Caos que se nos muestran en forma de un puñado de monjes torpes, debiluchos y harapientos que, palabras del autor, apenas son capaces de blandir sus propias armas, y que carecen de todo adiestramiento marcial. Ellos, los llamados brujos y hechiceros, pero que no lanzan ni un solo conjuro en todo el libro. Ni tan solo la que se presenta como gran amenaza contra la humanidad, el vino de los sueños que da nombre a la novela, parece tan terrible y peligroso como lo pintan. Al final, entre unos personajes planos y sosos, enemigos genéricos y de escasa amenaza, y una supuesta gran batalla que queda tan desdibujada en la novela que solo queremos que termine para llegar al final del libro, El vino de los sueños tiene el dudoso honor de ser probablemente la peor de las novelas independientes de Warhammer Fantasy. ¡Prescindid de ella!
JOAQUÍN SANJUÁN