Los cinco errores más comunes del escritor novel

29.07.2021

Nadie nace sabiendo. Eso, además de un dicho bastante certero, bien podríamos considerarlo como una máxima de todo escritor. Escribir es fácil, claro. Pero escribir bien, escribir de forma que consigamos un texto agradable de leer y carente de errores ortográficos y gramaticales, eso ya es mucho más difícil. No en vano se recomienda a todo aquel que quiere lanzarse al temerario camino del escritor que lea mucho, pues leer, está demostrado, es la mejor forma de aprender cómo se debe escribir. Sin embargo no es suficiente, ni de lejos. Hay que aprender sobre gramática y sobre ortografía, sí, pero también sobre sintaxis. Ayer, sin ir más lejos, vi un cartel en una famosa compañía de seguros que estaba mal escrito a causa de un error sintáctico. No, amigos, no podemos olvidarnos de la sintaxis. Pero a eso dedicaremos un artículo más adelante. Hoy quería hablaros de los errores más comunes del escritor novel, errores que, con un poco de trabajo, pueden ser solventados de forma eficaz.

Que sí, que los héroes también desayunan. ¿Podemos pasar a la siguiente escena, por favor?
Que sí, que los héroes también desayunan. ¿Podemos pasar a la siguiente escena, por favor?

1. No me cuentes tu vida. Como corrector me he encontrado con numerosos textos de distintos autores en los que el escritor acostumbra a contarnos todo. Desde que el protagonista se levanta de la cama hasta que sale por la puerta de casa, nos ha explicado cómo es la cama en la que duerme, el color de sus sábanas, la decoración de su habitación, nos ha hablado de su pijama, hemos asistido con minuciosidad al aseo diario del personaje, meadita mañanera incluida. Lo hemos visto preparar café, hacerse tostadas, untarlas de mantequilla y desayunar; sabemos cómo se ha vestido porque hemos sido testigos de cómo se ponía todas y cada una de las prendas y sabemos incluso qué lleva en la mochila, porque hemos asistido a cómo la preparaba antes de salir. El resultado es que hemos leído veinte páginas en la que no pasa nada y en las que se nos dan muy pocos datos relevantes sobre el personaje o la historia que estamos contando, y eso cuando se da alguno. Si eliminamos toda esa rutina mañanera y abrimos directamente con el personaje saliendo de casa, ya aseado, vestido y desayunado, sin duda ahorraremos una tediosa y poco fructífera lectura a nuestros lectores.  

2. Repetir, repetir, repetir. La repetición de palabras es un mal bastante habitual en los escritores primerizos, y también algo por lo que suele existir gran preocupación. Por suerte es también uno de los errores más sencillos de evitar: basta con estar pendiente, releer con cuidado lo escrito y contar con un vocabulario lo suficientemente rico como para contar con sinónimos que eviten repeticiones. Actualmente, con todos los programas que hay para buscar sinónimos y para detectar repeticiones en un texto, el que repite es porque quiere. ¡Tratemos de evitarlo!

Lector noqueado por un texto sobrecargado de gerundios y adverbios acabados en -mente.
Lector noqueado por un texto sobrecargado de gerundios y adverbios acabados en -mente.

3. Adverbiando, que es gerundio. Aquí os traigo un 2x1, ¡que estamos de oferta! El abuso de gerundios y de adverbios terminados en -mente resulta un serio problema entre los escritores menos experimentados. El problema, a decir verdad, no es tanto su uso como lo mucho que puede dificultar la lectura un exceso de ellos. Si bien no se trata de ningún error gramatical, ortográfico, sintáctico y ni tan siquiera de redacción, pues son palabras totalmente correctas, un texto en el que encontremos un uso comedido de estos elementos resultará mucho más cómodo de leer que uno en el que se abuse de ellos. Es por tanto recomendable reducir el uso de gerundios y adverbios acabados en -mente, cosa sencilla si echamos mano de sinónimos o simplemente redactamos la frase de otra manera.  

4. ¡Adjetive con moderación! Sí, hay autores que han hecho de la sobre adjetivación una marca personal. Como Poe, sin ir más lejos. Pero, venga, ni tú ni yo somos Poe. Así que vamos a tratar de ser moderados con los adjetivos, ¿vale? Porque ya se sabe: todo es bueno con moderación. Bueno, todo tampoco. Pero seguro que entendéis el mensaje. No es necesario rodear a todo sustantivo de adjetivos descriptivos (era una preciosa joven, rubia y alegre, de andares saltarines y alegres. ¡Hay casi más adjetivos que palabras!). A veces, menos es más. Otras veces, más es menos. Que puede parecer lo mismo, pero no lo es. El asunto, en cualquier caso, es que una adjetivación medida y bien usada va a aportar muchísimo más que una sobre adjetivación que, al final, conseguirá tan solo saturar al lector y entorpecer la lectura.

Lectora enloquecida, histérica, demente y atacada tras leer veintisiete adjetivos en una misma frase.
Lectora enloquecida, histérica, demente y atacada tras leer veintisiete adjetivos en una misma frase.

5. ¿Quién ha dicho eso? A veces, cuando estoy corrigiendo la novela de un cliente, me da la sensación de que todos los diálogos son una misma voz hablando consigo misma. Esto se debe a que, con demasiada frecuencia, los escritores poco experimentados tienen dificultades para dotar de elementos que permitan diferenciar las voces de los distintos personajes. Esto, dependiendo de qué personajes hablen, puede resultar más o menos serio. Si estamos leyendo un diálogo entre dos jóvenes universitarios compañeros de clase, es aceptable. Pero cuando los que hablan son el hechicero y el bárbaro de una novela de fantasía, o un noble y un campesino en una de corte histórico, o una persona culta, formada y con un cargo elevado (director de un colegio o de un periódico) con un obrero sin formación, es que tenemos un problema. Es importante saber dotar de elementos diferenciadores a las voces de nuestros personajes para dotar de credibilidad a los diálogos de nuestras novelas. ¡Pero ojo! Si caemos en el exceso o la exageración, y a menos que se trate de un texto satírico, tan solo cambiaremos un problema por otro.

Hay que ser capaz de mirar los textos propios con ojo crítico si queremos encontrar dónde fallamos como escritores, pues es el mejor camino para mejorar. Esta breve guía aporta algunos de esos errores fundamentales que todos hemos cometido (y a veces aún cometemos), pero hay mucho más, que no os quepa duda. El mejor consejo que puedo daros a ese efecto, es que consigáis lectores cero que lean vuestros trabajos y os aporten esa visión crítica tan necesaria. ¡Pero ojo! No cualquier persona sirve como lector cero. Recordad que no se trata de que nos digan qué bien escribimos y qué guapos somos, sino de que destaquen nuestras faltas. Es recomendable por tanto que busquemos personas familiarizadas con la escritura y con la lectura profesional, como podrían ser otros colegas escritores. O podemos mandarlo todo al carajo y darle nuestros textos a nuestra pareja, a nuestra madre o a nuestra abuela; nadie mejor que ellas para subirnos la moral.

JOAQUÍN SANJUÁN