Fuego Invisible, de Javier Serra

05.04.2024


Fuego invisible, de Javier Serra, fue la novela ganadora del Premio Planeta el año 2017. En ella se narra una búsqueda en la que el protagonista y sus aliados tratan de encontrar respuestas a ciertos interrogantes que los obsesionan, interrogantes estrechamente relacionados con la búsqueda de las ideas. Todo ello queda envuelto en un ambiente académico e intelectual en el que tienen un especial protagonismo la Historia y la Literatura. La narrativa y el desarrollo de la trama son, sin duda, los puntos fuertes de una novela en la que cada respuesta conduce a dos nuevas preguntas. 

La novela está dividida en varias partes extensas, cada una de ellas subdividida a su vez en varios capítulos. La primera es Poco antes de la gran semana. ¿De dónde vienen las ideas?, que como apertura de la novela resulta absolutamente magistral. El autor, en solo un puñado de páginas, desarrolla un inicio en el que mediante un diálogo ligero y de fácil lectura no solo asienta el detonante del inicio de la novela (el viaje del protagonista a España), sino que perfila de forma sencilla y eficaz a diversos personajes de forma sutil pero eficaz. La sencillez y la naturalidad con que el autor hace esto es tal que da la impresión de que sea algo fácil, cuando no lo es en absoluto.

Este bloque, en términos generales, considero que cumple dos funciones específicas. La primera es "pintar" a los personajes que van a protagonizar la novela, y aportar elementos de trasfondo y contexto que presumiblemente resultarán de gran importancia en la historia. La segunda función consiste en posicionar a sus personajes donde el autor necesita que estén, de forma que este episodio equivale a los primeros movimientos de una partida de ajedrez. Quiero destacar también el estilo sencillo y fluido del escritor, una señal de que es un autor que sabe lo que hace y que ha comprendido que el buen escritor no es aquel que escribe de forma deliberadamente pomposa y recargada para mostrar todo lo que sabe, sino el que, pudiendo hacer eso, desarrolla textos sencillos y fluidos, fáciles de leer.

Javier Serra demuestra ya en esta apertura que Fuego Invisible tiene detrás un largo y meticuloso trabajo de creación, planificación y desarrollo, al que probablemente haya dedicado más tiempo que a escribir la propia novela. 

 Si la primera parte de la novela era un inicio sobresaliente, la segunda parte, Tres días en Madrid. Victoria Goodman, ofrece un desarrollo magistral de una historia que, pese a que gira en torno a la literatura y la historia, aparece desarrollada como si estuviéramos ante una trama de misterio y de detectives. El autor, a través de su protagonista, ofrece al lector pequeños descubrimientos capítulo a capítulo, y cada uno de esos descubrimientos lleva a un nuevo y aún más fascinante misterio. Esta estructura, que de nuevo el autor realiza con una sencillez y naturalidad tal que hace que parezca fácil, hace que el lector quede enganchado a la trama y que avance capítulo a capítulo, siempre deseoso de saber más. La trama se materializa ante los ojos del lector de forma sobresaliente, siempre entretejida de enigmas que se van desvelando capítulo a capítulo tan solo para ofrecer nuevas y mayores intrigas, envolviendo tanto al protagonista como al lector como si de una extensa telaraña magistralmente tejida se tratase. Llama la atención también el magnífico desarrollo de personajes que realiza, y como el autor es capaz, con unas pocas palabras sobre cada uno de ellos, de definir de forma notable la personalidad de los diferentes personajes.

Me ha resultado especialmente fascinante el desarrollo de la cuestión del grial. Si tenemos en cuenta que el propio autor de la novela manifiesta al final de la misma que todo ello ha sido documentado, más que fascinante resulta impresionante. Debido a esto quiero destacar de nuevo la impresionante labor de investigación y documentación, así como de planificación y desarrollo de la novela, que puede verse capítulo a capítulo.

Al igual que la primera parte, esta segunda parte resulta, por su estructura, desarrollo y estilo, sobresaliente. Hay que entender, eso sí, que no es una novela de acción y aventuras, sino de misterio y enigmas, y debe leerse como tal, de forma sosegada y atenta, saboreando cada capítulo, todos ellos excelentes. 

La tercera parte, Daimones, tiene como claro objetivo atrapar de forma definitiva tanto al protagonista como al lector mediante una compleja y elaborada historia. Javier Serra emplea giros de trama tan bien colocados que no solo el lector es incapaz de comprender qué está sucediendo realmente, al igual que le pasa al confundido protagonista, sino que la sucesión de enigmas potencian las ganas de seguir leyendo y de desentrañar los muchos misterios que oculta la novela. Esto, que ya sucedía en el bloque anterior, toma un nuevo y sorprendente giro en esta tercera parte, en la que Serra hace que el lector llegue a dudar de todo y de todos.

Si bien la Literatura y la Historia siguen teniendo un lugar predominante en la narración, en esta tercera parte tiene lugar la inclusión de elementos sobrenaturales y místicos, en particular si tenemos en cuenta que todo parece girar en torno a leyendas e historias relacionadas con la mitología cristiana, elemento que, si bien me ha resultado inesperado, da un extra de interés a la novela, debido tanto a lo bien que se entrelaza con lo mundano como a que aparece en su justa medida, sin excederse el autor en lo metafísico.

La cuarta parte, Día 5. Duelo a textos, supone uno un nuevo giro de tuerca a la historia, y tienen lugar nuevos descubrimientos. La forma en que el autor conduce la trama a través de estos y la facilidad con que resuelve unos enigmas tan solo para crear otros nuevos, hacen que la novela se lea sola, sin esfuerzo ninguno, e incluso con cierta avidez.

Considero todo un acierto la inclusión en la novela de las imágenes de obras medievales a las que se hace alusión en la trama, y también que el autor sitúe como protagonistas en esta parte a un personaje que declara no saber mucho de arte, el protagonista, y a otro, Paula, que sí lo conoce en profundidad, y explica a su compañero los pormenores de esos descubrimientos. ¡Es una forma genial de dar al lector información que este podría no tener, y que no parezca que lo está haciendo!

En general, y como viene sucediendo desde la primera página, el autor ofrece una excelente narrativa, fluida y sencilla (que no simple) a la par que cautivadora y atractiva. El desarrollo de los personajes resulta sutil y natural. Sobre todo el del protagonista, de quien se advierte que cambia capítulo a capítulo en una novela que bien podría ser un "viaje del héroe" escondido bajo una historia de misterios.

Llegamos a la quinta parte, Día 6. Visiones Oscuras, la que sin duda ante lo que bien podría considerarse el nudo de la historia. No en vano resulta el bloque de capítulos más extenso con diferencia. Javier Serra prosigue desgranando el misterio poco a poco, y, como ha hecho a lo largo de toda la novela, ofrece un nuevo enigma cada vez que da respuesta a una de las muchas preguntas que sobrevuelan la trama. Tampoco hay mucho que añadir en lo que respecta al desarrollo de personajes, pues, llegados a este punto de la historia, el trabajo ya está hecho. Objetivamente y en cuanto al desarrollo de la novela, el trabajo de Javier Serra mantiene el sobresaliente.

Teniendo en cuenta lo dicho hasta el momento en este bloque, voy a profundizar en la evolución temática que sufre la novela. Desde el primer capítulo el autor parece dejar claro al lector que se trata de una historia que gira en torno a lo literario, a la lingüística y a lo histórico, y así parece confirmarlo a medida que se desarrolla la trama, si bien en el bloque anterior introduce un nuevo elemento sobre el que hasta entonces había pasado de puntillas: lo esotérico, lo sobrenatural. Esto deja de pronto de ser meramente especulativo para cobrar cada vez más fuerza, hasta el punto de que consigue empañar todos los temas tratados hasta el momento para convertirse en el aspecto principal (y casi el único) que da forma a la trama.

Al margen de mi opinión personal, de la que hablaré a continuación, lo considero una maniobra arriesgada, pues sumergirse de esa manera en lo esotérico puede hacer que algunos lectores pierdan interés en la narración, e incluso puede poner en entredicho la credibilidad de todos esos datos contrastados que ofrece la novela, así como la ardua tarea de investigación y documentación que esta evidencia. A nivel personal, no me ha gustado en absoluto el giro que da la historia. Mi sensación a medida que avanzaba en la lectura de este bloque era de estupefacción y de incredulidad al ver que las profundas investigaciones y los interesantes vínculos establecidos entre arte, literatura y mitología se tornaban de pronto en leyendas y fábulas, en metafísica y elementos oníricos y esotéricos que, a mi juicio, perturban lo que hasta el momento resultaba una interesante trama intelectual. 

Llegamos al final de la novela con la última parte, Día 7. La Montaña Artificial, a la que sigue un epílogo. No ahondaré en exceso en el final de la novela, pues no deseo estropear a nadie la lectura de Fuego Invisible. Sí que diré que, a mi juicio, el desenlace resulta presuroso, precipitado e irreal, resulta más propio de una novela de fantasía urbana que de la novela de historia y literatura que el autor había desarrollado durante los primeros bloques. Pueden encontrarse incluso elementos sin sentido o sucesos forzados, y da la sensación de que el autor resuelve con prisas y como si no tuviera muy claro cómo hacerlo. El epílogo no resuelve las cosas, sino que las empeora. De pronto el autor se salta una parte fundamental de lo sucedido y se limita a contarlo de forma superficial, como si ya diese todo igual en la historia. En general, y de forma incomprensible, todo este bloque destroza lo que hasta el momento resultaba una novela fascinante y muy bien elaborada. Una lástima.

JOAQUÍN SANJUÁN