Preludios de la Dragonlance I, libro 2: El país de los kenders

15.04.2024

Si la primera trilogía de Preludios de la Dragonlance comenzó fuerte con El Guardián de Lunitari, una divertida novela en la que Kitiara y Sturm viajan a la luna roja acompañados de un puñado de gnomos, y donde tienen disparatadas aventuras, la segunda novela de la serie se marca todo un "sujétame el cubata" con El país de los kenders, novela que protagoniza el mismísimo Tasslehoff Burrfoot, y cuyas historias hacen del viaje espacial de sus amigos una anécdota sin importancia. Todo empieza cuando el bueno de Tas (bueno para nada, que diría Flint) es requerido en Kendermore a fin de que atienda un compromiso de matrimonio del que, al parecer, se ha desentendido durante demasiado tiempo. El kender inicia entonces un viaje junto a la enana a la que han enviado en su busca y a su joven ayudante, y por el camino, solo Paladine sabe por qué, se les une un puñado de enanos gully. Para el viaje a Kendermore se guían por los mapas del propio Tas, y, de nuevo como diría el viejo Flint, guiarse por un mapa de ese cabeza de chorlito solo puede acabar mal. Si a los compañeros los guió (los guiará) hasta una ciudad portuaria sin mar, a los amigos que le acompañan en esta aventura los conduce hasta un mar que no debería existir. ¡Pero eso no es nada para lo que aún está por suceder! Sin embargo, permitidme que os ofrezca un fragmento de la sinopsis de la contraportada. Será francamente ilustrativo al respecto.  

«El grupo (…) llega a un pueblo donde se celebran las Fiestas de Otoño. Tas sube a una de las figuras del carrusel, un dragón, que cobra vida y se lo lleva volando a una fortaleza de las montañas, de donde conseguirá escapar montado a lomos del último mamut lanudo». 

Y es que, señores y señoras, incansables viajeros de Krynn, es aquí donde se narra la aventura en la que Tasslehoff Burrfoot conoció a un mamut lanudo. Eso, claro, suponiendo que las extrañas vivencias del kender en este libro sean reales, y no, de nuevo como diría Flint, producto de la imaginación de ese botarate de manos largas. No sería de extrañar, dado que en El país de los kenders también se deja ver el famoso tío Saltatrampas del que tanto habla tanto Tas como… ¡Bueno, como cualquier kender! Este personaje aparece como el auténtico tío de Tas, lo que hace que el lector conocedor de la Dragonlance se pregunte si se trata del auténtico y genuino tío Saltatrampas (cosa difícil, pues es bien sabido que no es más que una figura a la que aluden los kenders para contar algunas de sus historias más inverosímiles) o si es un tío Saltatrampas, pero no EL tío Saltatrampas. ¿Cómo que os habéis perdido? ¡Pero si está muy claro! En fin. De lo único que estoy absolutamente seguro con esta novela, es de que su autora, Mary Kirchoff, se lo debió pasar francamente bien escribiéndola. Probablemente incluso mejor de lo que se lo debió pasar escribiendo El Incorregible Tas y Flint, rey de los gullys, otras dos divertidas novelas de la Dragonlance firmadas por la autora.  

Después de viajar a la luna roja con Sturm Brightblade y Kitiara Uth Matar y de acompañar a Tasslehoff Burrfoot en semejante retahíla de aventuras imposibles, uno solo puede preguntarse con cierto temor qué nos tendrán preparado para la novela que cierra esta primera trilogía de Preludios de la Dragonlance, titulada Los hermanos Majere y, al menos presumiblemente, protagonizada por el incomparable dúo compuesto por Caramon y Raistlin. ¡Solo Fizban lo sabe!

Joaquín Sanjuán