Reseña de La Llama Eterna
Tras el lanzamiento de la nueva serie Lobos de Grímnir: Orígenes con La Llama Eterna, el primer libro de la misma, no podía faltar en la página web la habitual reseña de nuestra colaboradora Rosa Romero, seguidora de la saga.
Si aún no tenéis la novela y queréis haceros con ella, solo tenéis que hacer clic en la imagen para poder comprarla tanto en formato físico como digital.
¡Dentro reseña!
JOAQUÍN SANJUÁN
Con La Llama Eterna, Joaquín Sanjuán amplía el mundo de Lobos de Grímnir con una entrega profundamente enraizada en el folclore dvergar y la geopolítica subterránea. Este volumen, que inicia la nueva serie Lobos de Grímnir: Orígenes, se siente como el verdadero despertar de una amenaza latente que va más allá de la eterna lucha entre Luz y Oscuridad: una guerra fratricida, ancestral y a punto de estallar bajo la superficie del mundo.
El
corazón de esta novela está en Nidavellir, el
mítico reino de los dvergars, una maravilla vertical de piedra,
vapor y runas, oculta en las Montañas Vorgrim. Sanjuán
lo describe con una riqueza sensorial desbordante: ciudades excavadas
en la roca viva, ascensores impulsados por vapor, guardianes de
piedra rúnica, pasarelas colgantes y estalactitas habitadas que
penden como colmenas. Pero Nidavellir no solo es impresionante
por su construcción: también es un reino herido por la sospecha,
dividido por antiguos pactos rotos y cicatrices que supuran
desconfianza.
Es aquí
donde entra en juego Terra Umbría, el inframundo
dvergar que alberga la disidente ciudad dvergar Rocamuerte.
Sus habitantes han roto con las prácticas tradicionales de respeto a
los elementos, eligiendo explotar el poder del fuego y la piedra de
forma agresiva y blasfema. En lugar de pedir permiso a la montaña,
la saquean. En lugar de armonía, imponen su dominio. Y lo peor: han
hecho tratos con fuerzas que ningún dvergar sensato invocaría.
La
tensión crece a medida que exploramos los túneles fronterizos, las
expediciones iniciáticas y los encuentros con criaturas imposibles
como nidhugs, sierpes de magma o umbrarañas. El terror no es solo
físico, sino espiritual: un nuevo culto oscuro crece en Rocamuerte,
y todo apunta a que se prepara una guerra entre hermanos. En este
contexto, la novela alcanza un tono casi profético, donde los ecos
de la Caída de los Dioses y la debilidad de la Luz resuenan bajo
tierra con un peso tectónico.
Raka,
una guía dvergar curtida, nos lleva de la mano en este mundo
subterráneo, y su pragmatismo contrasta con el fanatismo y la
ignorancia de otros. La secuencia en la que su grupo es observado por
un asesino de Rocamuerte, abatido en silencio por un acechador
anónimo de Nidavellir, condensa a la perfección la gravedad
del conflicto: la guerra aún no ha comenzado oficialmente, pero ya
se está librando entre las sombras.
En paralelo, la novela nos ofrece una subtrama desgarradora ambientada en la superficie, en el Reino de Avonn.
Aquí conocemos el
trágico origen de Hirk y
Aylein, dos niños prisioneros del demente científico
Ivald, quien mezcla fe religiosa con tecnología en
una visión distorsionada de la salvación. Si bien esta línea
argumental ya es conocida para los lectores de libros anteriores, La
Llama Eterna la profundiza con crudeza y ternura: el
encuentro entre ambos, su conexión silenciosa, y el heroísmo de Hirk
ofrecen el contrapunto emocional perfecto a la épica oscura de los
dvergar.
El
vínculo entre ambas tramas se manifiesta de manera sutil pero
significativa. Los horrores de la superficie y los horrores
de las profundidades no son tan distintos: ambos nacen del
desprecio por lo sagrado y del uso perverso del poder. Ya sea en
nombre de la Luz o del Fuego, tanto Ivald como los dvergars de
Rocamuerte representan el mismo pecado: la arrogancia de jugar a ser
dioses.
En
definitiva, La Llama Eterna es una joya dentro de la
saga Lobos de Grímnir. Ofrece no solo un fascinante
viaje a las entrañas del mundo, sino también una advertencia velada
sobre los peligros del rencor, la ambición desmedida y la ruptura de
los lazos ancestrales. Joaquín Sanjuán consolida aquí su
universo como un escenario no solo de batallas y monstruos, sino de
culturas vivas, complejas y enfrentadas por mucho más que
espadas y hechizos.
El
conflicto, con toda su densidad mítica, está a punto de estallar.
ROSA ROMERO